Canteras & Cimborrios: paradigmas de la génesis y el desarrollo de la petrificación

A la hora de abordar las hipótesis lanzadas por el proyecto ‘Petrifying Wealth’, desde la especialidad de la Historia del Arte, pero con la interdisciplinariedad como método de investigación, se cuenta con diferentes líneas y actores para poder interpretar y profundizar sobre las interrogantes propuestas. Una de estas vías tiene como objetivo determinar el papel que desempeñan las canteras y su rol en la evolución del proceso constructivo. Otra vía busca concretar el principio activo que asumen los cimborrios como obra prototípica del prestigio arquitectónico en la Europa medieval.

Respecto a las canteras durante los siglos XI, XII y XIII, tema apenas esbozado historiográficamente para los reinos hispanos, descollando solo en el ámbito catalán, son una pieza fundamental para comprender la variación que se produce en este período y que acabó generando una transformación completa del paisaje rural y urbano. Como ya señaló el monje cluniacense Rodolfus Glaber (c. 985-1047), «Parecía como si el mundo, queriendo sacudirse de sus sucios harapos, fuera a vestirse con el blanco manto de las iglesias». Irene Baug va más allá, al advertir que “The quarries and their products thus constituted a crucial role in society”. Las construcciones levantadas con piedras extraídas de las canteras, además de su carácter duradero, proyectan también una imagen cargada de simbolismo e implican un refuerzo de la auctoritas de los promotores, factores que consolidan su interés. Conocer los antecedentes de las pedreras plenomedievales, particularidades de los materiales extraídos, relaciones que se establecen entre explotaciones y construcciones,  distancias en el transporte de la piedra y, por tanto, las variantes en los costes, disparidad de propietarios, transacciones que tienen como objeto las canteras y los conflictos que se producen en relación con estos espacios, son las principales líneas de trabajo que verán la luz en forma de monografía, en el que será el primer estudio en español centrado en esta relevante cuestión.

En el vídeo explicativo se parte de tres testimonios documentales que refieren el lugar de procedencia de las canteras y el destino de sus materiales. El registro de 1166 para el monasterio de Poblet, resulta paradigmático sobre este proceso: donamus et concedimus vobis et prefato monasterio licenciam frangendi et evellendi et portandi saxa et lapides de honore nostro de Spulga, quantum opus fuerit ad fundandum et construendum monasterium vestrum et officinas monasterii, unicumque in honore nostro de Spulga. Determinar la localización exacta de las pedreras es un ejercicio sumamente difícil, hecho que justifica tomar como referencia las localidades, asimismo que los recorridos primitivos no coincidan necesariamente con el trayecto actual. En cualquier circunstancia, estas tres referencias, correspondientes a edificios monásticos, confirman que al menos en estos casos los materiales no se extraen del entorno próximo. Distancias que oscilarían entre el kilómetro y medio y los tres kilómetros si se traza una línea recta. En este proceso coexisten diferentes agentes, pero unos recorridos de estas características, aunque no siempre funcione así, implican necesariamente unos costes superiores en los traslados y, de este modo, una mayor inversión.

En cuanto a los cimborrios -construidos en la mayoría de las ocasiones en piedra, en sillería o en sillarejo e incluso en ladrillo, con otras notables excepciones-, el reducido número de ejemplares conservados para el período de estudio y la disparidad existente en cuanto a su incorporación para los cruceros de las iglesias, demuestra que su presencia va más allá de una elección aleatoria puesto que solo están al alcance de los más privilegiados. Se configuran así como obras de prestigio y de poder, que rivalizan entre sí, por tanto, también entre sus patrocinadores. Estructuras visibles desde la distancia, su volumen se eleva sobre el horizonte asumiendo los principios que otorga Paul Binski a esta cuestión para los edificios religiosos, principio que incluso las torres no lograrían eclipsar (como así sucede con el grupo de estructuras agrupadas bajo la común denominación de cimborrios del Duero). E incluso obviando todos estos valores, la materialización del cimborrio implica per se una mayor inversión por el número de recursos empleados. Estas masas arquitectónicas habían sido analizadas hasta la fecha por su alto valor formal y técnico, incluso en algunas ocasiones también semántico, pero no como obra de reconocimiento y de autoridad en un locus. En la investigación desarrollada el año pasado en el marco del proyecto, se tomaron como casos de estudio cuatro de estas estructuras, cada una con distintas particularidades: tempranas cronologías (Urueña); notables dimensiones (Dueñas); particularidad de la piedra y financiación (Mave) y, por último, ejecución en ladrillo (La Lugareja). Los resultados confirmaron buena parte de la información expuesta líneas arriba.

Estas investigaciones desarrolladas dentro del proyecto PW se pueden resumir en una reflexión final: Las canteras sirven en numerosos casos para erigir construcciones no perecederas de especial singularidad y valor; los cimborrios se levantan como obras de prestigio formidables y al alcance de muy pocos.

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