Petrificar la riqueza para no atesorarla.

El caso de los Pirineos Atlánticos y la Frontera con el reino de Aragón.

En esta investigación me propongo seguir las prácticas sociales adoptadas por unos nobles de los Pirineos Atlánticos en el tránsito del siglo  XI al siglo XII en relación con  el proceso de petrificación de sus territorios. En esos tiempos de cruzadas a Tierra Santa y de peregrinaciones a Santiago de  Compostela, tomaron la decisión de qué debían hacer con la riqueza surgida del crecimiento de la economía agrícola y con él del aumento de los excedentes que sostenían la renta feudal, de los ingresos obtenidos por los peajes en los puentes y caminos, junto a los que se obtenían de actividades surgidas del pastoreo de reses y caballos, aunque también lúdicas como las carreras de caballos. Tenían la opción de mantener la práctica del regalo ritual, quemando esa riqueza en fiestas sociales para legitimar su papel dentro de una sociedad extremadamente jerarquizada; también tenían la posibilidad de atesorarla mediante la acumulación de objetos de lujo con fines litúrgicos o de representación social, cálices y custodias por parte de los eclesiásticos, anillos y collares por  parte de los laicos. Sin embargo optaron por invertir la riqueza en la práctica de la petrificación gracias a la cual lograron transformar la geografía monumental de estas regiones de la Europa meridional.

He observado en mi análisis de las fuentes que la petrificación fue un desafío alentado por una poderosa polémica sobre quienes debían ser los beneficiados del uso de la piedra en la construcción. La iglesia apostó porque fueran las iglesias donde la bóveda de medio cañón o de aristas les daba una sensación de solidez de todo el edificio al superar la prueba del fuego de la techumbre; los laicos apostaron por los castillos indicando la necesidad de la defensa como una de sus más serias responsabilidades que legitimaban el uso de las armas y la jerarquía social. La competitividad demostró ser muy eficaz no solo porque aumentó el número y la calidad de los canteros que facilitaban el material constructivo, sino porque buscaron soluciones intermedias que legitimaran la opción de cada una de ambas partes: iglesias amuralladas que permitían también ser utilizadas como reciento defensivo de los campesinos ante un potencial ataque;  albergues de peregrinos y hospitales que facilitaban la tarea eclesiástica de acoger al hambriento y al sediento. Sin dejar de lado, la construcción de puentes y calzadas que dio un nuevo impulso a los viajes. Esta petrificación fue por tanto uno de los mayores acontecimiento de consenso político que se ha visto en la historia. Y el resultado fue un poderoso y eficaz cambio de la geografía constructiva europea. Seguirlo paso a paso, concretamente en dos regiones tan vinculadas por las alianzas matrimoniales, las militares y las económicas como son los Pirineos Atlánticos y el norte del reino de Aragón; ejemplo a ejemplo, motivación a motivación, permite realizar una antropología de la construcción entre los siglos XI y XII.

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